Un cuento putrefacto

Pepín Bello (José Bello Lasierra; Huesca, 1904-Madrid, 2008) fue el último testigo vivo de la Generación del 27. Hasta el 10 de enero de 2008 era una de las pocas personas que podía reconocer la voz de Federico García Lorca que aparecieron en uno de los registros sonoros encontrados en la Radio Splendid de Buenos Aires. La grabación se hizo en el denominado soporte «cono de cera». El registro apareció en mal estado de conservación y requería una restauración que jamás se llevó a cabo. El dramaturgo iba a pasar cinco meses en el país latinoamericano y antes de emprender viaje, en octubre de 1933, y mediante conexión telefónica con Radio Splendid de Buenos Aires, Lorca pronunció estas emocionadas palabras:

«Nadie sabe, ni se imagina la emoción simple y profunda que rodea mi corazón como una corona de flores invisibles, al saber que en estos instantes mi voz se está oyendo en América y que, sobre todo, está vibrando en Buenos Aires enredada en el gran altavoz del bar o disminuida en la pequeña radio que tienen en su cuarto de estudiante o la muchachita que hace escalas en su piano. ¡Salud, amigos!».

El paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid, fue decisivo para que Pepín Bello forjara amistad con muchos miembros de la generación del 27 como Lorca, Dalí, Alberti y Buñuel, de quienes fue un íntimo amigo y con los que mantuvo relación hasta que sus voces se apagaron. No en vano, Pepín se ganó el merecido sobrenombre de «el fotógrafo de la generación del 27», porque fue el autor de la mayoría de las fotos que se conservan hasta el comienzo de la guerra civil en 1936.
Enrique Vila-Matas se refirió a él como «el arquetipo genial del artista hispano sin obras» y Javier Rioyo lo definió como el surrealista sin obra en su documental Preferiría no hacerlo (una frase que pronuncia Bartleby, protagonista de un relato de Herman Melville, y que curiosamente dio pie y título al libro de Vila-Matas Bartleby y compañía).
Lo cierto es que como artista o escritor, Pepín Bello aportó poco. No quedó para la posteridad como una de las figuras destacadas de la Generación del 27, sin embargo su trascendencia fue notable por la amistad y por la influencia que pudo ejercer sobre Buñuel, Lorca y Dalí, esa tríada artística cuyo enigma sigue sin descubrirse. Asimismo, fraguó amistad con otros tantos como Cernuda, Alberti, Salinas, Gerardo Diego… Amigos que en ningún momento criticaron su incapacidad para la escritura —era ágrafo— sino todo lo contrario, lo que recordaban siempre de él era su oratoria: juegos de palabras, parodias, «anaglifos» y, sobre todo, títulos ocurrentes de obras que nunca se escribieron. Tal fue su ingenio, que inventó los conceptos de carnuzo y putrefacto y los definió en la película Un perro andaluz a través de la imagen el burro muerto que aparece sobre el piano. Estos dos términos respondían al nuevo concepto de poesía que se estaba gestando en la Residencia de Estudiantes de Madrid y que cargó las tintas contra la poesía de Juan Ramón Jiménez a quien designaron como el jefe de los putrefactos españoles.
Aquella imagen de un burro muerto que aparece sobre el piano fue el germen de una nueva poesía que se alzaba contra el sentimentalismo de Juan Ramón Jiménez y su Platero y yo. Aquel cuerpo muerto, inerte, parece que tuvo una repercusión poderosa en Pepín Bello, para escribir Un cuento putrefacto (Sd-edicions, 2010), una sátira contra el poeta onubense y el inocente protagonista de su novela. La historia, ilustrada en colores planos de tonos rojo y negro, estaba dedicado a uno de sus sobrinos nietos, Jorge, y aunque no vale tanto como producción literaria, tiene mérito como curiosidad artística. En palabras de Juan José Lahuerta, director de Sd-edicions, este relato «representa un compendio magnífico de la ‘sustancia’ -buitres, animales podridos y carroñas transportadas maliciosamente al deseo infantil y a la buena educación familiar- y del ‘tono’ -una asombrosa levedad literaria- de Pepín Bello».
El mérito, por tanto, de esta pequeña obra rescatada por Sd-edicions está en la cantidad de imágenes que brotan en cada página y que una vez más han sido ilustradas por Manuel Flores. Si Una nube en pantalones llamó nuestra atención por la mirada tan singular y vanguardista de su ilustrador, Un cuento putrefacto no lo es menos por la galería de personajes que acompañan al texto y porque él ha sido quien más empeño ha demostrado en que esta historia se editase.
Este es el único texto que nos legó Pepín Bello y hay que reconocer el mérito de Sd-edicions por rescatarlo y por contar nuevamente con Manuel Flores que acompaña con sus acertadas y originales caricaturas este cuento surrealista.

FICHA TÉCNICA
Título: Un cuento putrefacto
Autor: Pepín Bello
Epílogo: Juan José Lahuerta
ISBN: 978-84-92607-38-9
Páginas: 72 págs.
Encuadernación: 21 x 15 cm, Tapa dura
Precio: 18,00 €

Sara Roma,

literariacomunicacion@yahoo.es

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